jueves, 24 de abril de 2014

LA GOLOSA DE MI MADRE

Mi madre fue siempre  muy golosa. Desde que  tengo  memoria la recuerdo cada noche ,saboreando un trocito de chocolate, su dulce  preferido. Su día  era intenso, siempre estaba haciendo cosas, jamas  descansaba. Recuerdo que  de niña pensaba como podía hacer tantas  cosas sin cansarse, sin decir basta . No tenia nunca un tiempo para ella  excepto por  ese  ratito  mágico que se  tomaba por la noche  antes de irse a  dormir.  Se sentaba en un sillón  y
tomaba  un chocolate pequeño.  Mientras lo iba  saboreando cerraba los ojos  y yo me imaginaba  que soñaba con otra vida, tal vez mas  feliz. No lo se , jamas lo supe
mi madre  no se  quejaba, pero  yo  intuía que en ese  mágico momento  de la noche  mi madre imaginaba otra realidad.
Esa costumbre era tan  de ella que  en cierto modo  la definía dulce, tranquila, silenciosa, reconfortable  para el alma. Nunca olvidare  el recuerdo  de esa  imagen y  el sonido  del  papel  del  chocolate  que  mi madre  habría  cada noche,todas las noches.
Las  pocas  veces  que  la vi  enferma, no solo me daba cuenta  por su rostro o la
preocupación de mi padre, sino  porque  no
comía  ese trocito de chocolate. Ese era  para  mi  el  principal indicio de  que no estaba bien.
El mejor regalo que  se le podía  hacer  era por supuesto, un chocolate y lo ,mas bello era  que  también le gustaba compartido      conmigo. Llego  un momento en que mas  allá de un habito propio de mi madre, se había convertido en un encuentro entre
ambas.  Entre bocado y bocado , nos  contabamos nuestras  vidas nuestras  realidades.
El tiempo paso, yo  hice mi vida, tuve  mi hogar ,mis  hijos  y mi madre siguio  con su vida y su rutina de color marrón y sabor dulce.
Mi madre envejeció y comenzó  a marchitarse, no por los años sino porque su salud se fue deteriorando. Hice todo  lo que pude siempre, me resistía a llevarla a otro lugar, a obligarla a abandonar su hogar, así
como la memoria  y la salud la iban abandonado a ella. Llego un momento en que yo no podía abandonar por completo mi hogar  y nunca  encontrar alguien que  la cuidase como ella merecía  ser cuidada. Y entonces la tuve  que  llevar a una casa de reposo, donde la atendían las veinticuatro horas y estaban pendientes de todo. No me gusto hacerlo, sentí  que le fallaba que  la  traicionaba pero  a veces muchas  en realidad uno no hace  lo que  quiere, sino  lo que  la situación obliga  a hacer.
Todos los días iba a visitarla y no faltaba en mi bolsillo un chocolate  para ir a verla, se lo dejaba para mas tarde. Cuando se sentía  con ganas de charlar, era para mi una fiesta compartir ese  momento  en el que parecía que  el tiempo no  había pasado y que  ella seguía en su sillón de siempre.
Pero así  como  los chocolates se derriten, ••••••••se terminan o se ponen viejitos , la vida de una  persona también se va apagando,
Para mi también habían pasado los años  y si bien  es cierto que uno va perdiendo cosas  con ellos, también lo es que se ganan otras ,el valorar lo que  se tiene y se ha tenido, el  atesorar  los momentos  como  si fuesen los  últimos y el saber  que porque todo o casi todo tiene un fin , hay que  disfrutarlo. Un día como  tantos llegue, le di un beso,me  senté a su lado y le pregunte  si  quería un trocito de chocolates
No gracias  contesto sin mirarme  y supe, sentí que ya no habría retorno.
Su salud era cada vez mas precaria, como
inoxidable su final.
No me resigne, cada día cuando iba a visitarla, le ofrecía  chocolate, ya casi  no se daba cuenta de ese mimo, de ese gesto de amor que significaba esa golosina, pero  ella merecia que yo  se lo siguiera ofreciendo.
Era como  un  homenaje a tantos años  de dulce compañía que ella me había  dado.
Otro día uno  especial me sorprendió pues
me contesto  que si yo  lo saboreo con  los ojos cerrados  como hacia  cuando era  joven, y lo  compartimos conversando felices como tantas  otras veces.
Me fui muy feliz y ese fue  el ultimo día que la vi con  vida.
Mi madre murió  al día siguiente y no pude
despedirme, o  en realidad si. Hoy creo que
ella volvió a conectarse conmigo ese día para decirme adiós a nuestra manera y a su modo ,un modo dulce y tranquilo. Hoy soy yo la que todos los días come un trocito  de chocolates  También cierro los ojos y no imagino otra vida, imagino a mi madre
acompañandome y conpartiéndo conmigo
este hermoso ritual de amor,







No hay comentarios:

Publicar un comentario